Juan Eusebio Nieremberg

N. 9 septiembre 1595, Madrid, España; m. 2 abril 1658, Madrid.

E. 31 marzo 1614, Salamanca, España; o. 1623; ú.v. 3 julio 1633, Madrid.

Sus padres se habían trasladado a España en el séquito de la emperatriz María de Austria y, cuando Juan entró en la Congregación de Jesús, lograron por medio de la nunciatura que pasase del noviciado castellano de Villagarcía al de la provincia de Toledo. Su larga vida docente se interrumpió sólo con ministerios pastorales, unas correrías científicas para su cátedra de historia natural y su labor en la comisión nombrada por el rey Felipe IV para promover la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Por lo demás, su vivir y obrar se confunden con el Colegio Imperial siendo sus escritos tanto castellanos (5740 págs. Folio) como latinos (poco menos de 5000 págs.) la mejor fuente documental sobre las corrientes ideológicas que animaron aquella universidad jesuita, en la que estudiaron Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la Barca. Difíciles de analizar, las materias abordadadas por Juan resultan múltiples y difusas, desde los prodigios del Nuevo Mundo a la mariología. Sus tratados espirituales, mayormente el De la diferencia entre lo temporal y lo eterno han dejado profunda huella en generaciones cristianas. Sería bastante difícil resumir ésta tan larga y traducida obra. Baste citar esta pauta orientadora: «Es… una grande diferencia entre lo temporal y lo eterno ser lo uno fin y lo otro medio; porque lo eterno es el fin del hombre, de lo temporal es el mismo hombre fin. Lo eterno es para que en ello tenga el hombre su última perfección y bienaventuranza perpetua; más lo temporal es para que lo use sólo en cuanto pueda conseguir lo eterno, y así viene a ser lo temporal, medio y lo eterno, fin (…); por lo cual, por lo eterno habíamos de suspirar, y de todo lo temporal nos habíamos de olvidar, sino en cuanto nos ayudase a conseguir lo eterno» (Lib. V, cap. 1). Con esta paráfrasis del «Principio y fundamento» de los Ejercicios, presenta un concepto platónico disfrazado de lema ignaciano. Además, todo lo platoniza, como consta en su excelente de arte voluntatis. Se asemeja a Plotino por la idea de armonía de los puestos (bien y mal, gozo y dolor, etc.) y por el tema del gran teatro del mundo, amén de su cauteloso y disimulado emanantismo, tan arduo respecto al dogma cristiano de Creación. Su atrevida exégesis bíblica (Stromata Sacrae Scripturae) lo acerca a Orígenes. Juzga con indulgencia e incluso con simpatía a los paganismos antiguos (Sigalion, sive de Sapientia mythica) y asiáticos o americanos (Historia naturae). Muy orientado hacía lo simbólico, lo misterioso, lo enigmático, suele considerar como algo ficticio y engañoso la dimensión material o visible del universo; de ahí el sabor casi gnóstico de varias obras suyas.