Luis de la Palma

N. 1559/1560, Toledo, España; m. 20 abril 1641, Madrid, España.

E. 19 mayo 1575, Alcalá de Henares (Madrid); o. c. 1584, Alcalá; ú.v. 2 febrero 1595, Toledo.

Nacido en una familia acomodada, tuvo diez hermanos, dos de ellos jesuitas: Esteban (1566-1636) y Gabriel (1594). Estudiadas las artes en Alcalá, ingresó en el noviciado de Alcalá acabó en el de Navalcarnero. Cursó la filosofía y teología en Alcalá, donde, completados sus estudios, enseñó filosofía aun año, y dos de teología en Murcia. Paso (1509) a Madrid de predicador, y pronto empezó su larga carrera de superior. Fue rector (1592-1596) del colegio de Talavera, inspector de la provincia de Toledo (1599); maestro de novicios (1600-1607) en Villarejo de Fuentes, Alcalá (1607-1610) y Murcia (1612-1614), provincial (1614-1617) de Toledo, rector del Colegio Imperial l(1618-1622) de Madrid, de nuevo provincial (1624-1627) de Toledo, superior (1627-1629) de la casa profesa de Madrid y otra vez rector del colegio de Alcalá (1630-1633). Sus últimos siete años de vida (de ellos cinco, casi ciego) fue operario del Colegio Imperial.

Por su larga estancia en Madrid y sus más de treinta años de gobierno, tuvo contacto personal con la corte. Predicó ante Felipe II y fue confesor y consejero de muchos de sus ministros. Por reacción, los de Felipe III lo alejaron de la corte; pero Luis logró cambiarles en amigos y protectores. Mucho mayor fue su influjo con Felipe IV, quien asistió a la primera piedra del Colegio de Madrid, y con su valido el Conde-Duque de Olivares. Luis logró que los Estudios Reales de dicho Colegio corriesen a cargo de su regio patrón y que la Congregación de jesús solo cuidase de la docencia. Pero no fue áulico; al contrario, rehusó con firmeza ser confesor de Olivares y combatió a los jesuitas palaciegos, sacándolos de Madrid.

En la Congregación de Jesús vivió los generalatos de Claudio Aquaviva y Mucio Vitelleschi, siendo muy estimado por ambos; aunque éste, en el registro de su correspondencia, lo tacha de débil en el gobierno, y uno de los responsables de la crisis de la provincia. Por indicación suya, el primero suprimió el cargo de inspector, que interfería con otros, brillando la humildad de P al exponer la inutilidad de su cargo y la presteza de Aquaviva en seguir la insinuación de su súbdito. Vitelleschi lo conoció en la Congregación General VII (1615-1616), confiándole cargos y asuntos delicados de dentro y fuera de la Congregación de Jesús, como el del bonete de los HH. Coadjutores, los diezmos de las iglesias jesuitas que urgía Felipe IV, la plaga del aulicismo y la cuestión de la publicación del tratado de Juan de Mariana sobre el gobierno de la Congregación de Jesús, que impidió por medio de la Inquisición.

Es de admirar que en medio de tantos cargos de gobierno, encontrase tiempo para escribir. Entre sus abundantes obras, dos resaltan por su valor representativo de la espiritualidad de la Congregación de Jesús de su época. El Camino espiritual es un comentario teológico-espiritual de los Ejercicios, dirigido a varones perfectos, y uno de los mejores, según los especialistas. La Historia de la Sagrada Pasión, con numerosas ediciones y traducciones, es la exposición correspondiente a la tercera semana de los Ejercicios, pero escrita en forma de «historia evangélica», concordando los evangelistas, y de tal lirismo y afectividad, que la emoción religiosa – sosegada y firme – se comunica irresistiblemente al lector. El valor de esta joya mística radica sobre todo en la unción que rezuma; por eso, aún se usa como lectura espiritual.