Colegio Imperial
Fundado por la Compañía de Jesús en la segunda mitad del siglo XVI bajo el nombre de San Pedro y San Pablo. Tras el apoyo de Emperatriz María de Austria, gracias a su estrecha relación con la compañía de Jesús, dejó en herencia una gran cantidad de rentas, por lo que en 1609 pasa a denominarse Colegio Imperial.
Posteriormente, Olivares encontró en el colegio la institución adecuada para reorientar la educación de la nobleza, proyecto que se integraba en todo un plan de reforma de la monarquía. En consecuencia, después de unas negociaciones en 1625 se creo los Estudios Reales dependientes del Colegio Imperial. - Más tarde en el reinado de Felipe V, se reimpulsa la institución por medio de la creación en 1725 se crea el Real Seminario de Nobles. Para la formación de a nobleza.
El Colegio Imperial a lo largo de su historia se encargó del desarrollo, dinamización y aplicación de la propuesta formativa y humanista de los Jesuitas, cuyo documento culmen es Ratio Studiorum de 1599. Este documento fue el resultado de un largo proceso de reflexión y practica pedagógica. De hecho, en 1540 cuando se funda la Compañía de Jesús hasta 1599 no se produce la aprobación de este documento. En el se sintetizaba la experiencia educativa acumulada en medio siglo.
La compañía supo diseñar una novedosa propuesta pedagógica, la cual enseñaba a los estudiantes conforme al ideal de la elocuencia perfecta, que consistía no solo en el conocimiento de las materias, sino a razonar, argumentar y comportarse desde la virtud y armonización de la virtud cristiana con las letras. El currículo propuesto conseguía aunar el humanismo con la tradición escolástica medieval. El estudio de las lenguas clásicas permitía profundizar en la literatura de tradición humanista, pero también en los textos de Aristóteles, fundamentales en la tradición escolástica. Asimismo, el uso de escritos de carácter político y moral de a antigüedad, ayudaba a los estudiantes en su crecimiento académico y social. Esto era fundamental, porque a través de esta propuesta educativa, no solo se deseaba que los jóvenes adquirieran conocimientos teóricos y religiosos, sino que también fueran capaces de desenvolverse social y cívicamente.
En definitiva, el colegio no solo se encargaba de un centro de enseñanza, sino que también constituyo en un gran foco de difusión y producción cultural. Fueron numerosas las interpretaciones teatrales que se realizaban en el teatro Jesuítico. Dentro del propio proyecto pedagógico se impulsaban mucho este tipo de actividades. Gracias a los recitales y el teatro, se contribuye a la formación integral de los alumnos, también se daba a conocer a la ciudad la labor que desarrollaban. Lo que ayudaba a la reputación de la institución.
Uno de los vestigios en donde se refleja con claridad el impulso y la dinamización cultural que supuso el colegio, fue la biblioteca. La cual hasta el siglo XVIII era una de las más importante de la Villa Madrileña.
Igualmente, el colegio fue nexo entre el poder, el pulpito y el pueblo, entre el centro y la periferia. De hecho, muchos de los jesuitas que trabajaron en dicha institución fueron predicadores reales. Algunos de ellos fueron Jerónimo de Florencia, Francisco Aguado, Agustín de Castro o Manuel de Najeda, entre otros. A pesar de la relevancia de este establecimiento, en las últimas épocas, no ha sido llevado al estudio. José Simón Diaz en 1952 o en relación con su biblioteca, la tesis doctoral de Aurora Miguel Alonso en 1992, discípula de José Simón Diaz.
En la biblioteca de la universidad pontificia de comillas disponemos de 450 registros correspondientes a jesuitas que trabajaron en el colegio imperial. Índice onomástico de Simón (1952)”.