Francisco de Sales
N, 21 agosto 1567, Thorens (Haute-Savoie), Francia; m. 28 diciembre 1622, Lyón (Rhône), Francia.
Por la situación geográfica de su diócesis de Ginebra y por la época en que vivió, se encontró en el centro de los más graves problemas que tenía entonces la Iglesia: el protestantismo (Calvino en Ginebra desde 1541; Francisco obispo de la ciudad – exiliado en Annecy); por otra parte, la «primavera espiritual» de Francia, en torno al 1600 (círculo «Acarie» en París; Pierre de Bérulle y el carmelo teresiano, el Oratorio de Felipe Neri; la mística flandro-renana); los debates sobre el problema de la libertad humanan y la gracia («de auxiliis», primeras fiebres del jansenismo, humanismo pagano); reforma del Concilio de Trento (decadencia de órdenes religiosas), etc.
Recibió una profunda influencia de los jesuitas. Estudió diez años (1578.1588) humanidades y filosofía en su Colegio Clermont de París, ya no enseñaba en él Juan de Maldonado, pero su espíritu se perpetuaba en sus discípulos, y Francisco Suárez, desde Roma y Alcalá, fue el maestro del pensamiento de S entre 1585 y 1588. En 1583, entró en la Congregación Mariana, de la que fue asistente y prefecto, donde se despertó su vocación, según su condiscípulo Étienne Binet. Mientras estudiaba derecho (1588-1592) en la Universidad de Padua (Italia), tomó como guía espiritual a Antonio Possevino, bajo cuya dirección continuó en privado el estudio de la teología, iniciado en París. Durante la heroica misión del Chablais (1592-1597), utilizó, en sus discusiones con los calvinistas, las recientes Controvversiae de Roberto Belarmino y tomó como modelos de su vida apostólica a Francisco Javier y a los mártires ingleses.
Cuando necesitó misioneros, acudió a los capuchinos u jesuitas: seis de éstos abrieron por un tiempo un pequeño colegio en Thonon, y sólo por falta de personal no pudo la Congregación de Jesús acceder a sus muchas llamadas.
En su visita «ad limina» en Roma (1597), se entrevistó con Belarmino, ya cardenal; entre ambos futuros santos doctores se inició entonces una correspondencia importante, y en adelante se intercambiaron sus libros. Siendo obispo, mantuvo relaciones amistosas con muchos jesuitas, especialmente con Jean Fourier, rector del colegio de Chambéry (carta a Possevino, 1605). Para prepararse a su ordenación episcopal (8 diciembre 1602), hizo los ejercicios espirituales durante veinte días, dirigido por Fourier. Éste obtuvo del duque de Saboya (1604) que Francisco pudiese ir a Dijon a predicar la cuaresma; en esta ocasión Francisco conoció a la baronesa de Chantal; el mismo Fourier urgió al obispo (1608) a editar su Introduction à la vie dévote. Durante su vida de obispo, no cesó de dar a los jesuitas pruebas de confianza, tanto en el plano doctrinal (cartas a Leonardus Lesius y a Binet) como en la dirección espiritual de sus «Filoteas» y visitandinas. Entre los libros espirituales que recomendó, estaban «las vidas de los primero jesuitas». Se sentía orgulloso de que Saboya hubiera dado dos de los nueves cofundadores de la Congregación de Jesús (Pedro Fabro y Claude Jay). Considerado como el principal promotor del culto público a Fabro, peregrinó a su tierra natal y leyó su vida con devoción (carta a Nicolas Polliens, 1612). Pierre Coton y Jean Suffren estuvieron con Francisco en Lyón poco antes de su muerte.
Su intimidad con los jesuitas, en especial con Possevino, influyó mucho en su pensamiento y acción. Sería exagerado identificar su espiritualidad con la ignaciana. Por temperamento, genio y excepcional experiencia de Dios, es una personalidad original y única; leyó, consultó, observó y escucho mucho, pero mediante su propia reflexión, se formó su propia teología, su doctrina mística, su pastoral. Lo cierto es que sus contactos más profundos con la espiritualidad ignaciana se dieron en las épocas en que se forja la personalidad de un hombre: su adolescencia (París), su entrada en la edad adulta (Padua) y sus ejercicios espirituales, en particular, los que hizo para su ordenación episcopal. Pero, como en el ramillete de Glycéra (Introduction à la vie dévote), las flores de su espiritualidad son variadas y de todos los perfumes; era preciso que un amano las «arreglase» armoniosamente. Fue beatificado el 8 enero 1662 y canonizado el 19 abril 1665.