Pedro de Ribadeneira

Era hijo del jurado toledano Álvaro Husillo Ortiz de Cisneros y de Catalina de Villalobos, ambos de origen converso. Tomó el nombre de sus antepasados maternos, procedentes de Galicia (Riba de Neira). El cardenal Alessandro Farnese, presente en Toledo por la muerte de la emperatriz Isabel (1539) lo llevó consigo a Roma como paje para crearle un futuro. Escapado a la casa de los compañeros de Ignacio de Loyola en Roma cuando aún no tenía catorce años (unos días antes de la aprobación de la Congregación de Jesús), fue enviado a estudiar a París poco después de un año.

Su formación discurrió principalmente en Lovaina (1542-1543), Roma (1543-1545) y Padua (1545-1549). Enseñó retórica tres años en el colegio de Palermo, mientras era prefecto de estudios y predicaba en la iglesia de San Antonio de la ciudad. Llamado de nuevo en Roma, dio comienzo al Colegio Germánico (1552) con el discurso inaugural del 28 octubre ante muchos cardenales y prelados en la iglesia de San Eustaquio. Acabados sus estudios, unió la predicación a la docencia, y se ordenó de sacerdote.

En 1555, empezó varias misiones importantes y cargos de gobierno, que desempeñó hasta 1574. En 1555, le envió Ignacio a Flandes para lograr ante el futuro Felipe II, el reconocimiento de la CJ en los Países Bajos, y a explicar a los jesuitas de esos territorios las Constituciones de la Orden, de vuelta a Roma en 1557, de nuevo a fines de año fue a Bruselas para favorecer allí los asuntos de la Congregación de Jesús ante el ya rey de España Felipe, por medio del conde de Feria. Llamado por el Rey marchó a Londres para asistir en su enfermedad a la reina María con la intención de introducir también allí un colegio. En 1560, fue nombrado provincial de Toscana y, en 1502, de Sicilia. En 1565, asistió a la Congregación General II y quedó, luego, como superintendente del Colegio Romano y más tarde también «de los demás colegios y seminarios y casas» de Roma, menos de la casa profesa que dependía directamente del General. Nombrado (1569) visitador de la provincia lombarda, volvió a Roma con el mismo cargo de antes de su visita, hasta que por enfermedad le exoneró de él el P. General Francisco de Borja. Desde 1571, fue asistente de España y Portugal, y participó en la CG III (1573).

A su regreso a España (1574) por consejo médico, residió en Toledo hasta 1583 y luego en Madrid hasta su muerte. Repuesto en parte de su enferme dad, dedicó más de treinta años a su labor de escritor, para la que había dado muestras excepcionales de pericia, cuando entre 1567 y 1569 compuso la vi da de Ignacio en latín por encargo de Borja.

Su producción literaria es amplísima y se mueve generalmente entre la historia, hagiografía y ascética. Su lenguaje y estilo le han valido un puesto entre los escritores clásicos del «siglo de oro» español. Sus historias y biografías demuestran su honda formación humanista y su espíritu religioso. Están escritas con finalidad apostólica, pero no son historias devotas manejadas sin respeto a la objetividad. Tuvo cuidado de informarse bien y verificar las fuentes, con los instrumentos de la crítica histórica propia de su tiempo. Se puede decir que su actividad de publicista se inicia con algunas traducciones del latín, especialmente de san Agustín: Meditaciones, Soliloquios y Manual (Medina del Campo, 1553). Más tarde, apareció su Paraíso del alma de San Alberto Magno y las Confesiones de san Agustín. Esta última sirve a R de ejemplo para escribir sus propias Confesiones (MHSI, Ribadeneira, 1:1-93).

La primera edición de su obra maestra, Vita Ignatii Loyolae, apareció en 1572 y su versión española en 1583. De ella dijo E. Fueter en su Geschichte der neueren Historiographie (Múnich, 1925): «El humanismo no produjo biografía alguna que pueda parangonarse con la de Ribadeneira» (283). El texto definitivo de la edición latina fue el de Madrid de 1586 y el de la española, el de Madrid de 1605, en el que se añaden varias correcciones.

En Madrid (1583) se publicaron sus Lecciones y Oficios de los Santos que celebra la santa iglesia de Toledo y en la misma ciudad (1588), la Historia eclesiástica del cisma de Inglaterra, en dos volúmenes, así como en varias ciudades europeas. Es una refun dición de la obra de N. Sanders, De origine et pro gressu schismatis anglicani (Colonia, 1585), a la que añadió R una tercera parte, dedicada a las persecuciones promovidas por la reina Isabel (Alcalá, 1593). La obra conoció muchas ediciones y fue una de las más populares en España. La Exhortación para los soldados y capitanes... de la Armada (1588) se la envió a Ana Félix de Guzmán, esposa del duque de Medina Sidonia, capitán de dicha armada, con el ex preso ruego de que no se difundiese el nombre de su autor. Otra célebre carta sobre el mismo asunto, explicando las causas de la pérdida sufrida, fue probablemente dirigida a Juan de Idiáquez, para que la hiciera llegar a Felipe II. El mismo tema dio lugar a su Tratado de la tribulación, en donde su visión abarca toda tribulación, personal o pública, y que, traducida y divulgada ya en su tiempo, San Francisco de Sales recomienda a su hija espiritual Sta. Juana de Chantal. Además, publicó las vidas de Francisco de Borja y de Diego Laínez.

En oposición a la «razón de Estado» del Príncipe de Nicolás Maquiavelo, publicó el Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe cristiano, con lo que abre el tema del «príncipe cristiano». Una de sus obras de más influjo popular, Flos Sanctorum o libro de las vidas de los santos, en dos volúmenes, ha tenido, completa o en extractos, muchas ediciones y traducciones a las lenguas más conocidas y aun a alguna no tanto.

Sobre el tema de la Congregación de Jesús tienen especial importancia Del Instituto de la Religión de la Compañía de Jesis, que influyó en la de Francisco Suárez, e Illustrium scriptorum religionis Societatis lesu catalogus. Merecen ser leídas su refutación de la opinión de algunos españoles que en el generalato de Everardo Mercuriano pedían un general particular para la Congregación de Jesús en España (MHSI, Ribadeneira, 2:305-323) y sus memoriales con ocasión de las Congregaciones Genera les V y VI, defendiendo el espíritu del fundador y la abolición del decreto de exclusión de los de origen judío (Ibíd. 241-247; 374-404).

De sus obras principales se hicieron en vida de R dos ediciones en un solo volumen en 1595 y 1605. De ahí las tomó Vicente de la Fuente para dedicarle el tomo LX de la BAE (1868).

Pedro representa el humanista que se abre hacia la nueva época barroca. En la Congregación de Jesús se ha conservado como tradición su recuerdo del muchacho travieso re- cogido por Ignacio en la casa de los primeros compañeros. Pero también el del apóstol fiel que con su pluma y conducta se ha impuesto a cualquier sospecha que se hubiera levantado en su tiempo sobre su adhesión a los generales, de quienes fue súbdito en la segunda parte de su vida. Con su gran veneración hacia el fundador, es uno de los más autorizados testigos de sus detalles y modos propios de gobernar y dirigir.