Lorenzo Hervás y Panduro
N 10 mayo 1735, Horcajo de Santiago (Cuenca), España; m. 24 agosto 1809, Roma, Italia.
E, 29 septiembre 1749, Madrid, España; o. c. 1760; ú.v. 2 febrero 1769, Cesena (Forlí), Italia.
De familia campesina profundamente cristiana, quedó huérfano de padre en su primera niñez. Sin más contacto con los jesuitas que lo que oyó de un franciscano, fue a estudiar al vecino colegio de Villarejo de Fuentes y, poco después, entró en la Congregación de Jesús. Cursó tres años de humanidades antes de la filosofía y teología (1752-1760) en Alcalá de Henares. Tuvo dos actos públicos de teología, prueba de su capacidad en los estudios. Se mostró crítico del abuso de silogismos, pero es apresurado deducir de ello un espíritu antiescolástico. Estimó todos los saberes y estilos de pensar en su vocación enciclopédica; cita, utiliza y aprecia los autores escolásticos, aunque él tenga un talante más positivo. Según su propio testimonio, estudió también las lenguas eruditas y matemáticas en Alcalá, tras la teología, empleó un año en misiones evangélicas por el obispado de Cuneca.
Enrique del Portillo, ha resumido la vida de H en tres momentos: aprender, enseñar y escribir, que se superponen entre sí. Empezó su docencia en el colegio de Cáceres (1760-1764), donde al enseñar en latinidad inició su vocación de pedagogo y escritor, primero con su redacción en versos castellanos de las «reglas de los géneros, pretérito y supinos», que están en latín en la Gramática Latina del P. Juan Luis de la Cerdà y también en su vida artística a Mérida, en la que –dice-- «según las noticias que adquirí… se pueden descubrir monumentos romanos para formar vario tomos en el folio».
La guerra contra Inglaterra implicó consecuentemente a su aliada Portugal. H, mientras asistía a las tropas en el hospital militar de Cáceres, enfermó gravemente, por lo que fue enviado a Huete. Allí enseñó teología moral. Al no reponerse, pasó (1765-1766) al Seminario de Nobles de Madrid, donde enseñó metafísica y geografía, para lo que se ayudó de la competencia de Tomás Cerdá, cosmógrafo en el Colegio Imperial. Además, estuvo encargado de unos 120 alumnos, a los que en su pedagogía innovadora entrenó en formación física; sospechoso de formar «grupos paramilitares», tuvo que frenar sus experiencias. A fines 1766, enseñó filosofía en Murcia, donde calculó la renta per capita de los habitantes y la relacionó con el crecimiento de la población, lo que animó su interés por los estudios demográficos.
Desde 1760 a 1767, escribió «Tratado de cosmografía», «Viage a los reinos de Plutón» y «Viage a la Luna» -- manuscritos requisados durante la expulsión (y perdidos), a pesar de haberse confiado al intendente real, junto con una nota indicadora de la persona a quien se debían entregar--. Asimismo, se manifiesta su visión enciclopédica de este período en sus lecturas teológicas y en lo que escribió sobre ellas. Leyó De recte formando studio theologico, libri IV de Lorenzo Villavicencio, y De locis theologicis, libri XII de Melchor Cano. Su creatividad le llevó a redactar un «Cotejo entre Cano y Villavicencio» (perdido al salir de España), donde juzga que «la obra de Villavicencio es más práctica y metódica; la de Cano es más magistral».
Está bien comprobado que nunca estuvo en Iberoamérica, aunque se haya difundido ese error, tal vez explicable por su extensa erudición de las lenguas indígenas de aquellas regiones.
Promulgaba la Real Pragmática de expulsión en Murcia, Lorenzo y sus compañeros fueron llevados a Cartagena y, por fin, situados en su exilio de Forlì. Lorenzo se entregó al estudio de las matemáticas y astronomía, y a la enseñanza de metafísica y matemáticas. Sus estudios matemáticos los hizo con la ayuda de su antiguo «maestro» T. Cerdá, y la metafísica la enseñó siguiendo Compendaria metaphysicae institutio de P. Mako. Compuso sendos tomos de geometría superior y de trigonometría, de cálculo infinitesimal, de curvas, y de arquitectura civil (hoy perdidos). En 1769, reafirmo su decisión jesuita, emitiendo su profesión.
Tras la supresión de la Congregación de Jesús (1773), pasó a Cesena, quizás atraído por su biblioteca, «riquísima en códices…anteriores al arte de la imprenta». Cesena era la patria de Giovanni Angelo Braschi (luego Pío VI) y de Barnaba Chiaramonti (futuro Pío VII), que influyeron en Lorenzo. Éste vivía en la casa de los marqueses Ghini, de cuyos hijos fue preceptor. Es este tiempo, intentó publicar obras en castellano en España. Había concebido la idea de una enciclopedia al estilo de la francesa y la llamó Idea del Universo. En 1775, solicitó permiso del gobierno español por medio del conde de Floridablanca, pero ni le contestaron. Dos años después, envió a Madrid sus tres primeros tomos, con el mismo resultado negativo. Sin desanimarse, decidió publicarlo en italiano, ya que el ex jesuita mexicano José Vallejo había escrito (1774) Vida del Señor San Josef, anteponiéndole un breve discurso de Lorenzo sobre esa vida; asimismo, a ruegos de un magistrado de Cesena, publicó su Memoria sopra i vantaggie svantaggi dello stato temporale di Cesena (1776; Bolonia, 1970), donde H se incorporó a la corriente fisiócrata y de nuevos modelos de desarrollo socio-económico. Tras esta obra –en consonancia con su pensamiento enciclopédico—empezó a publicar en italiano (1778) con el título Idea dell´Universo, che cosmografici, viaggio statico al mondo planetario, Storia della terra. Queda algo de ambigüedad en si todos los tomos se pueden arropar en este título: los ocho primeros forman una antropología en clave enciclopédica y tratan del hombre desde su concepción hasta su muerte, incluyendo una anatomía; los siguientes ochos tomos son cosmográficos, con una astronomía «narrada» y diversas cosmogonías, la creación, pecado de Adam, magnitud y elementos de la tierra, para acabar con el diluvio universal, Babel y sus consecuencias, desde el tomo 17, el tema filológico y cada tomo tiene ya un título individuante: catálogo de las lenguas conocidas, origen y armonía de los idiomas, aritmética de las naciones, vocabulario de más de 150 lenguas, y el «padrenuestro» en más de trescientas lenguas. En 1792, publico Ananlisi filosófico-teologica della natura della Carità…, a cuyo final añade: Tomo XXII. Portillo ha demostrado que los ocho primeros tomos de la Storia della vita dell´uomo los presentó (1785) H, en su Biblioteca jesuítico-española, se sintió obligado a justificar el no haber publicado los elementos gramaticales, como prometió en su Catalogo delle lingue conosciute, por deseos de su tío, Antonio Panduro, quien le urgía lo hiciese en castellano.
Animado por el ambiente de estudio y publicaciones de sus compañeros ex jesuitas, H. publicó una autentica enciclopedia, en la que da una versión católica de los temas de la Ilustración, dialogaba con la Encyclopedie francesa y con los autores básicos del pensamiento de los siglos XVII y XVIII, como Locke y Montesquieu.
En 1789, aparecen las primeras publicaciones en castellano. H no quiso hacer una mera traducción; sus lecturas le habían hecho madurar su pensamiento y, por ello, amplía, resume y cambia sus propias obras. Abandonando la pomposa Idea dell´Universo, sus dos primeros tomos los titula Historia de la vida del hombre. El que tardase cinco años en salir el tomo III evidencia las dificultades que halló en su obra castellana: denuncia de los dos tomos, Real Orden prohibiendo su venta y la continuación de la edición, reparos de los censores, etc. Se criticaba la obra de pretenciosa, precisamente por acercarse a una enciclopedia. Así pues, se apartó de su plan italiano de un título común y publico los cuatro tomos (1793-1794) del Viage estático al mundo planetario; en 1794, interrumpió sus trabajos para tratar sobre las causas de la Revolución Francesa, que se publicaría, no sin conflictos, en 1803 y 1807; los dos tomos (1795) de Escuela de sordomudos o arte para enseñarles a escribir y hablar el idioma español y, en línea con la tradición catequética española, el Catecismo de doctrina christiana para instrucción de lo sordomudos (1796), que se tradujo al francés. En su labor traductora, enfocada a formar al pueblo español, tradujo y publicó, Historia de la Iglesia (15 vols.) del árabe Berault; si bien, la creatividad de Lorenzo le hizo agregar elementos españoles que el autor francés no había tratado: al tomo Ie añadió 103 páginas y al tomo II, 59; otras adiciones a los restantes tomos no fueron incluidas.
Al llegar a Roma una Real Orden (11 marzo 1798) que permitía a los ex jesuitas regresar a España, con tal de no residir en Madrid, H partió para Barcelona, adonde llegó el 11 febrero 1799. Gracias al entusiasmo despertado en el sacerdote Joan Albert i Martí por las ideas de H sobre los sordomudos, se abrió (1800) una escuela para ellos en la ciudad. Como fruto de sus visitas a archivos, H publicó en Cartagena Descripción del Archivo General de la Militar Orden de Santiago de Uclés. Se ganó la estima de los vascófilos al publicar el Catálogo de las Lenguas de las naciones conocidas, en la que, siguiendo la tradición de Manuel Larramendi, promovía los estudios vascos. Además de su Historia… del hombre en castellano, publicó (1800) en dos tomos El hombre físico, o anatomía humana físico-filosófica, que con el viage estático, en total corresponden a los dieciséis primeros de la Idea dell´Universo. Además de esta labor de escritor, H fue animador en la educación del joven hijo de Tomás Bernard, barón de Castiel; orientador en los panes de estudios del seminario de Cuenca y visitador cualificado en las excavaciones realizadas cerca de Horcajo. La prevención del gobierno español contra los ex jesuitas (en especial contra H), vistos como «perjudiciales a la tranquilidad pública», llevó a otra Real Orden (15 marzo 1801) que los concentró en Cartagena para expulsarlos de nuevo.
El 23 julio 1803, Lorenzo zarpó de regreso para Roma, en cuyo Colegio Romano halló albergue, Logró acabar los tres últimos tomos del Catálogo de las Lenguas y, nombrado primer bibliotecario por su antiguo amigo de Cesena, Pío VII, prosiguió con normalidad su vida, hasta que las tropas napoleónicas entraron (2 febrero 1808) en Roma. Refugiado con el Papa en el Quirinal, al ser asaltado éste 886 julio 1809), pasó al Colegio Romano de nuevo, donde murió tres meses después. Abierto su testamento, dejaba sus libros a José Pignatelli y sus manuscritos a Ramón Diosdado.
Se conservan dos testimonios iconográficos de Lorenzo: el retrato (1798) de la pintora suiza, Mariana Kauffman, que hoy está en la Academia de la Historia de Madrid; y el delineado en cobre por Domenico Cardelli en Roma y esculpido por José Ximeno en Madrid. Lorenzo hizo de su vida un servicio a los demás, procurando ayudar al cultivo de la fe, puesta en diálogo con la cultura. En su ayuda, a los pobres pormenorizó sus ingresos como escritor con un orden: construcción de casas en Horcajo para los que vivían en cuevas; pago de la escuela para niños y niñas; y para los pobres huérfanos.
Sobre su labor intelectual se han emitido los juicios más variados. Recibió distinciones académicas de la Academia etrusca de Cortona, de la Real de Ciencias y Antigüedades de Dublín, de la Bascongada de los Amigos del País, y de la Accademia Italiana delle scienze, lettere ed arti de Livorno. Otros, en cambio, como W. von Humboldt, aun admirando su saber y laboriosidad, lo juzgan falto de método. Ciertamente, su extensa producción (unos cincuenta libros publicados; cincuenta manuscritos inéditos, y otros tantos perdidos) no llega a la perfección. Desde luego, con criterios actuales el discurso de H resulta superado, sobre todo, en su iteración por concordar los primeros once capítulos del Génesis con las semillas de verdades que se conservan en las cosmogonías paganas; y en su veneración por la cultura china. H pretendió dar una explicación de la Revolución Francesa, como la «fiera democrática»que lo coloca en una postura conservadora, calificada de origen del reaccionarismo español, y antimasónica. Con todo, bajo la hojarasca de su enciclopedismo, su obra tiene una nervadura precursora. Un siglo antes del ansia renovadora de la «generación de noventa y ocho», Lorenzo quiso poner al día a una España atrasada, por medio de la educación. Un hilo conductor de su obra es la llamada «exhortación pedagógica» que va desde cómo llegar a Dios a través de lo creado hasta las normas concretas para la educación de la mujer. Su máxima cota de creatividad la consigue en la lingüística comparada. Aun ignorando ese «baúl, lleno de manuscritos», que perdió en su viaje a España, sus obras forman un eslabón sorprendente en la cadena constructora de la civilización.