Jerónimo de Florencia

N. 1565, Alcalá de Henares (Madrid), España; m. 12 marzo 1633, Madrid.

E. octubre 1581, Alcalá; o. c. 1589; ú.v. 25 abril 1599, Alcalá

Enseñó filosofía (1593-1996) en Huete (Cuenca) y teología moral (1596-1598) en Alcalá. Su don era la predicación, a la que le destinaron en 1599. En 1600 pasó a Madrid. Nombrado predicador de Felipe III en 1609, fue apreciado en la Corte por su modo claro y prudente de hablar, y tuvo el sermón fúnebre (1611) de la reina Margarita de Austria, así como el del rey Felipe a quien había atendido en su lecho de muerte (1621). Felipe IV le hizo confesor de los infantes de sus hermanos, Don Carlos y Don Fernando, el cardenal-arzobispo de Toledo. Fue rector (julio 1628-febrero 1629) del Colegio Imperial de Madrid y, atacado de de parálisis, vivió recluido y olvidado sus cuatro últimos años de vida.

Personalidad rica, fue sin duda un religioso fervoroso. Los elogios de las cartas edificantes responden a los patrones comunes de la literatura edificante barroca de la época. El P. General Mucio Vitelleschi tuvo que llamarle la atención sobre ciertas singularidades de su comportamiento. Su influjo en la corte despertó rencores y emulaciones, que desataban criticas como la sátira que contra él escribió Luis de Góngora. Orador conceptista moderado, huía de la obscuridad, neologismos y las exageraciones de otros predicadores del tiempo. Baltasar Gracián lo admiraba, llamándolo el «Ambrosio de este siglo». El mismo enjuiciaba su propio lenguaje de «casto y claro». Su nombre consta en el Catálogo de Autoridades de la Real Academia de la Lengua.